Río Negro, más allá del Pinot Noir…
La región que fue la tercera productora de vinos de Argentina antes de los 80, demuestra que tiene potencial para hacer mucho más que el ya afamado Pinot Noir.
Río Negro fue, en el pasado, una de las provincias más importantes en la elaboración de uva y vino. Posee una historia larga que se remonta a los comienzos del siglo XX, y cuyo rastro se puede palpar en el presente. Si bien fue la región que más sufrió los embates de un siglo repleto de altibajos, hoy se mantiene con una producción pequeña pero diversa. Pequeña en comparación con su época de auge, y porque representa el 1,2% de la producción de vinos argentinos, pero con una visibilidad importante en el mercado interno debido a la calidad y variedad de su oferta. Muchos dicen que falta mucho camino por recorrer y que sería clave lograr una mayor comunicación entre Río Negro y Buenos Aires.
Las marcas de la historia
Veo por google maps el Alto Valle de Río Negro y me emociona. De lejos parece un río verde en el medio del desierto, se hace más ancho o más angosto dependiendo de la cercanía de las bardas: barda norte, barda sur. Encuentro las bodegas y las voy pinchando y poniéndoles nombre: esta es Noemía, esta debe ser Chacra, y así. Veo los cuadrados verdes y perfectos rodeados de álamos, las hileras algunas de norte a sur y otras de este a oeste, dos orientaciones opuestas, dos resultados diferentes. Entremezcladas los cuadrados de frutales que dibujan una trama mucho más mullida y desordenada a las rayas perfectas de las hileras.
El Alto Valle de Río Negro también tiene una de las peores rutas de toda la Argentina, la ruta 22, el dolor de cabeza máximo si uno está viajando con cierto apuro por la zona. La cantidad de camiones con fruta que hay durante febrero y marzo es inusitada, nunca vista, terrorífica, unos se pasan a otros aún sabiendo que hay diez camiones más adelante.
Es interesante ver lo que quedó de esa historia floreciente rionegrina de la que hablábamos al principio. Oscar Ferrari, gerente de la bodega Noemía, es la persona con la que hablar, porque lleva registros de todo lo que ocurrió y ocurre en el Alto Valle de Río Negro y las inmediaciones. De repente se observan claros, hectáreas con pasto pero sin frutales o viñas y Oscar me dice: acá había viña por todos lados, y uno piensa en la cantidad de plantas que se habrán arrancado!!
La larga historia de la zona se evidencia en sus vinos y en los viñedos. Noemía y Chacra empezaron con la bandera de los años de plantación como 1932 o 1955, empezaron a hablar de la historia de la región, a encontrar la historia en las plantas. En los viñedos de Noemía en Mainqué está la bodega vieja: Pascual Napolitano e Hijos, 1952 (otro año más). Una bodega que molía más de 3 millones de kilos de uva en su mejor momento productivo. Hoy los viñedos que rodean esa vieja bodega son sinónimo de pocas botellas pero de mucha calidad.
¿Por qué hablamos de su historia? Porque es la única manera de entender cómo es que esta región tiene una gran paleta de variedades: por su historia. Porque si uno se detiene en la torta de porcentajes de cada variedad puede ver que no se simplifica en Pinot Noir y Malbec sino que aparecen variedades como Trousseau, Refosco, Riesling, Torrontés Mendocino, Moscatel, Pedro Giménez, y la lista sigue. Así, cuando vemos los números nos damos cuenta que Río Negro es mucho más que Pinot Noir. Si bien ya es común entrar a una bodega y que la estrella de los vinos sea el Pinot, se vienen varias novedades que casualmente son vinos elaborados con otras cepas. Algunos ya se han lanzado al mercado y otros se lanzarán a lo largo del año; es momento de estar preparados para recibir estas novedades y saber de qué se trata.
Las aromáticas: Humberto Canale, Riesling
La bodega Humberto Canale funciona desde 1909 y es una de las bodegas más grandes de Río Negro. Si bien destina la mayoría de sus hectáreas para la plantación de manzanas y peras de exportación tiene 150 ha dedicadas a los viñedos.
Humberto Canale es una bodega “como las de antes” donde pasa una calle por el medio, hay circulación de tractores, autos, camiones, uno se da cuenta de la cantidad de gente que trabaja y sobre todo en plena época de cosecha. Es “la” bodega con historia de esta región. Una bodega que se empeña en elaborar vinos de calidad, una bodega de bajo perfil pero coherente y constante en su haber. Desde hace años cuentan con importantes consultores: en los 90 fue Don Raúl de la Mota, después Hans Vinding Diers y actualmente Pedro Marchevsky en viñedos y Susana Balbo en la bodega. Están atentos a mantener la tradición y el nombre pero también a crecer tanto en el mercado interno como externo con nuevas propuestas.
Horacio Bibiloni, enólogo principal, nos llevó a conocer uno de los viñedos. Íbamos en un impecable Volvo azul del 92 y ya eran pasadas las 6 de la tarde de un viernes. El viñedo un viejo parral plantado en 1937, bastante alto, con una hilera de Cabernet Sauvignon y una hilera de Riesling. Los racimos del Riesling, pequeños, compactos, con las “alitas” típicas, hermosos, algunas hojas con pelusita detrás, no frondoso, sino ya maduro en edad y autoregulado. Las variedades mezcladas, me explica Horacio, se deben a que antes pensaban que había que poner distintas variedades para que se polinicen, como pasa con muchos otros frutales pero que la uva no necesita porque es hermafrodita.
Miro la fruta, la pruebo, la acidez es hermosa, un sabor dulce de uva perfumada, pero me dice que le falta tiempo para cosechar. Sanidad impecable. Toco la madera, veo el viñedo, pienso 1937, claro, el auge de la vitivinicultura patagónica. En el 20 se dan cuenta de que es un clima ideal para plantar, en el 30 ya se entusiasman y traen variedades de calidad directo de Francia. Riesling no es una novedad en las etiquetas argentinas, de hecho antes de los 90 varias bodegas tenían su Riesling varietal. Esto es una relectura de esos vinos, una lectura siglo XXI de esa porción de la historia. Este Riesling “Old Vineyard” es parte de una trilogía de Old Vineyards: hay otro Malbec y otro Pinot Noir de viña vieja. Tiene un dibujo en negro, simple, y el nombre “La Morita” aludiendo a la segunda nieta de Guillermo Barzi, el presidente de la bodega. El vino es delicado, tiene acidez alta, tiene una graciosa aguja que refresca y muchos sabores y aromas a lima, cítricos frescos.
Agrestis, Gewürztraminer
Cuando uno dice el nombre de esta bodega, muchos tienen recuerdos de haber estado ahí en algún evento, ya que Florencia Ghirardelli está encargada de promocionar a la bodega como un lugar donde realizar eventos sociales. El lugar está muy arreglado, con una fuente, el pasto verde, árboles alrededor. El lugar para las fiestas y turistas parece ser el protagonista de este lugar.
Era la primera vez que me acerco a la bodega a conocer. Los viñedos con mucha maleza, alta, esto para fijar la tierra, que no se vuele y golpee contra las hojas y también para consumir el agua de las lluvias. Este año tuvieron una lluvia fuerte que trajo piedra en algunos lugares y un descenso de la temperatura importante. Recorremos el viñedo, las plantas de Pinot Noir están impecables, los racimos son compactos, apretados, algo hinchada la uva pero con una sanidad increíble. El Chardonnay es el más afectado por los pájaros, también tienen Gewürztraminer, Malbec y Cabernet Sauvignon. La bodega es sencilla, con un lugar de venta para souvenirs a turistas. La parte comercial de eventos y venta de objetos está bien pensada y le da un aire renovado a la bodega. Una de las cosas que más me interesó fue probar el espumante seco de Gewürztraminer que lanzarán al mercado este año con una producción muy limitada (para ver qué pasa). Será extra brut, a diferencia de todos los otros que producen, que son brut nature. En la nariz tiene notas a pétalos de rosa, fruta blanca y un leve especiado. A esta variedad aromática le vine bien unos gramitos más de azúcar residual, me explica Norberto, el dueño y mentor de Agrestis. Lo degüella en el momento y le agrega el dosaje para llegar a extra brut. Comparamos el sin dosaje con el con dosaje y tiene razón, el extra brut queda más amable en boca.
Los cabernet: Del Río Elorza, Cabernet Franc
Los viajes vitivinícolas a veces pueden ser muy lineales, de puerta a puerta en un auto, o pueden ser algo más complicados. Para llegar a esta linda bodega a la que ya había ido una vez, tengo que tomarme el colectivo KoKo de línea desde Roca. Son las 4 de la tarde y el sol y el calor son extremos. Acaparando la poca sombra que había en la parada, espero una hora a que llegue, y una vez arriba avanzamos lentamente, parando en todos los pueblos. Los dueños de Del Río Elorza me dijeron que me baje en la ruta 12, pero mi teléfono no anda por la señal y no puedo ver dónde me tengo que bajar, así que me bajo en Gral. Fernández Oro y decido ir hasta el kiosko donde se compran los boletos. En el kiosko hay un teléfono público, rastreo en la guía de Neuquén el nombre. Me atienden, pero justo en el momento que le voy a decir dónde me encuentro se corta la luz y la comunicación!!. ¿Internet? Lejos… Salgo, el sol de las 18.30 todavía es intenso y al rato veo venir el auto de Eduardo y Mirentxu, dueños de la bodega. La idea de Mirentxu era genial, si llegaba temprano tenía preparado mate y masitas para comer mientras caminábamos por el viñedo. Pero como ya estoy apretada de tiempo vamos directo a la bodega. Los pisos recién pintados de color terracota brillan increíblemente. Estamos dejando todo listo para empezar con la cosecha el lunes, siempre hay un arreglo que hacer, andá a saber cuándo la terminaremos….me dice Mirentxu y yo pienso: es una de las bodegas más prolijas que vi, están en cada detalle y la inversión que están haciendo es inmensa. No sólo la bodega, el viñedo es encantador, muy prolijo, muy sano, cuidado al máximo. Eduardo me muestra las plantas viejas injertadas con malbec: son hermosas, con sus troncos gruesos, retorcidos, y algunos racimos de uva blanca colgados y mezclados con los azulados del Malbec. De esa hilera de plantas planean elaborar el Tácito, el vino top de la bodega. El consultor es Alberto Antonini en bodega y Marcelo A. Casazza en viñedos, Mariano Vignoni es el enólogo y el equipo se completa con David A. Volpe que es el encargado de la finca, el equipo es Premium. La vez pasada había probado de barrica un cabernet franc que me llamó mucho la atención, y este año fui por el mismo pero ya embotellado. Es un vino que tiene tipicidad en nariz y boca, está bien hecho, con algo del mentolado, leve morrón, especiado, mezclado con la fruta negra. Es un vino con taninos medios pero nada apretado, sino que es balanceado en todos sus aspectos. Las masitas las comimos después del tasting donde también probé un Chardonnay muy recomendable.
Noemía Due, Cabernet Sauvignon
¿Cómo hablar de Noemía sin repetir lo que muchos ya saben, su historia, su encuentro con la Argentina, los viñedos viejos, etc? Personas particulares que le dan a la región un ticket directo a estar en los mejores lugares de New York, San Francisco, y en los grandes puntajes de revistas como Wine Spectator. Noemía tiene un viñedo en Mainqué donde protege y restaura el mejor material de plantas de la región y de allí sale uno de los mejores cabernet sauvignon del país. Llegamos temprano a Mainqué y caminamos un poco por el viñedo, estudiando orientaciones de hileras, estado de la fruta, suelo, etc. Pensé que como era temprano, el sol iba a pegar más suave y el calor iba a ser leve. A uno le tienen que pasar estas cosas para entender el poder del sol y la luminosidad de esta región. Más tarde, luego de la cata, caí presa de una insolación terrible y tuve que pasar todo el día en cama. Entonces: lección n°1: no subestimar el sol de la Patagonia, hidratarse, protegerse.
Bueno, luego de estas aclaraciones que muchos me van a agradecer, paso a relatar el encuentro con Hans Vinding Diers, enólogo y propietario de Bodega Noemía y el Due 2010. Hans llegó y como conocedor, tenía un lindo sombrero puesto, estuvimos en el viñedo, recorrimos, nos habló y contestó todas nuestras preguntas. Hans es claro, sabe mucho de lugares y vinos y es divertido. Ya sentía cómo me dolía la cabeza así que me pareció bien pasar a degustar los vinos a la sombra. A veces uno busca algo durante mucho tiempo y cuesta llegar, coordinar, etc. Es por eso me entristeció el hecho de mi dolor de cabeza, sin embargo los vinos brillaron en la cata. Podría hablar de todos, pero sólo me voy a referir al “diferente” de la serie: el Due que tiene 90% de Cabernet Sauvignon. El viñedo está plantado en parral al lado de una casa para invitados, es viejo y poco productivo y este año lo afectó un poquito la piedra (sólo algunas hojas). Es de saber que el Cabernet Sauvignon de esta región a veces no llega a madurar por las heladas tempranas de marzo, el comienzo del otoño. Tal vez por ello es que hace este vino en los mejores años, el cabernet es como el Pinot para la cosecha, muy delicado, me dice Hans. El anterior Due fue el 2007 y ya es un vino de culto. Este 2010 tiene una acidez marcada, en la nariz mucha fruta negra, cassis, moras, especiado y una nota a grafito. Es tímido pero al mismo tiempo intenso y elegante.